viernes, 25 de enero de 2013

Can Kenji (2013)


 Viernes noche y no sabemos donde cenar hasta que nos acordamos de Can Kenji, un restaurante japonés con claras influencias autóctonas (o sea de aquí) al que hace tiempo que no vamos y que nos había gustado mucho en ocasiones anteriores. Como no estamos por la zona llamamos para reservar mientras vamos de camino pero no lo conseguimos ya que no logramos que nos cojan el teléfono. Aun a riesgo de que estén de vacaciones o algo parecido y hagamos el viaje en balde, nos dirigimos hacía allí sin dejar de intentar contactar con ellos telefónicamente, infructuosamente eso sí. Al final comprobamos que están abiertos pero llenos y dado que no tenemos reserva nos ofrecen esperar en los bancos de la entrada hasta que se desocupe alguna mesa o algún sitio en la barra. Parece ser que llegamos en el momento de transición entre dos turnos de reservas de cena porque reiteradamente nos ilusionábamos al ver vaciarse una mesa, nos impacientábamos al ver que no nos la daban a nadie de los que estábamos en cola, y nos desesperábamos al ver que finalmente se sentaban en ella la pareja o el grupo que acababan de llegar, naturalmente con reserva, así que la moraleja está clara: ¡id con reserva o preparaos para esperar un buen rato! La espera se alargó tanto que llegó un punto que nos hubiésemos ido a cenar a otro sitio pero para entonces ya habíamos invertido tanto tiempo allí que irnos nos hubiese parecido perder el tiempo de manera lamentable, así que allí seguimos lamentablemente perdiendo el tiempo.
Al fin nuestra paciencia tuvo su recompensa y nos acomodamos en sendos puestos en la barra, en una especie de taburetes que, sin llegar a ser incómodos, sí que podrían ser algo más confortables con algo de apoyo lumbar o un reposapiés, por ejemplo. Por otro lado siempre está bien poder ver trabajar a los cocineros, y en este caso, con una lección de coordinación dada la sorprendente cantidad de gente que trabaja en esa diminuta cocina.
Además de la carta, que ya conocíamos de otras veces, suele haber una hoja manuscrita con los platos del día (o de la semana o del mes, no sé) a modo de recomendaciones del chef.

De esa última elegimos la sopa de miso con salmón, y que anunciaban como espesa o densa, no lo recuerdo, que estuvo muy bien y en gran cantidad, ya que nos costó acabarnosla a dos personas.

La ensalada de tartar de jurel con vinagreta de miso estuvo fantástica, aunque por un motivo de gusto personal, yo le hubiera quitado el sésamo que llevaba por encima, que me sobra casi siempre.

La caballa a la plancha marinada en soja y sake fue de lo mejor de la noche, un pescado sabroso y cocinado en su punto, acompañado por unas hojas de lechuga bien aliñadas.

Las albóndigas de shiitake y langostinos rebozadas en realidad no son tales, ya que son las citadas setas rellenas de langostinos picados y luego rebozado el conjunto, y venían nadando en una salsa similar a la que suele acompañar a las tempuras, y a mi me gustaron bastante aunque a mi acompañante no tanto.

Había leído muy buenas cosas del oniguiri de risotto de porcini a la plancha pero aún no lo había probado, y se demostró como un gran error por mi parte, ya que está buenísimo, se trata de unos triángulos de arroz de buen tamaño tostado por fuera y muy cremoso en su interior, que contiene trozos de "ceps" y que era rematado por un intenso a sabor a queso. Las tiras de alga nori sirven para cogerlos y aportan su peculiar textura y sabor marino, que los completaban, así como la salsa que los acompañaba, redondeando un gran plato.

Creo que siempre que hemos venido hemos pedido los fideos udon salteados con sepia y almejas, y es que además de estar muy ricos es lo más cercano a los yakisoba que tienen y que, para bien o para mal, son algo que nunca falta en nuestros ágapes japoneses. En esta ocasión eché en falta algo más de caldillo en el fondo del plato, pero de todas maneras estaban estupendos.

 De postres pedimos unas trufas de chocolate blanco y licor de yuzu que nos gustaron mucho pero de las que no hay foto (¡lo siento!) y lo bajamos todo con una botella de "Mes que paraules" blanco un vino del Pla de Bages bastante decente y que ya habíamos probado con anterioridad. Todo nos salió por algo menos de 30 euros por cabeza pero como siempre nos pasa, pedimos demasiada comida y podríamos haber pasado con algún plato menos. De todas maneras Can Kenji pude considerarse como uno de nuestros restaurantes japoneses favoritos por la calidad de su comida, por su razonable precio y sobre todo por su carta diferente, con propuestas que se apartan de lo manido sin olvidar lo clásico.
Can Kenji
http://www.cankenji.com
C/ Rosselló, 325
08037 Barcelona
934 76 18 23 (mucho mejor reservar)
Lunes-Domingo 13:30-15:30 y 20:30-23:00

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