martes, 3 de junio de 2014

Mil921 (2014)


 De nuevo estábamos de celebración y esta vez el restaurante elegido para ello fue el Mil921, al final de la calle Casanova, entre Diagonal y Travesera, y situado puerta con puerta con uno de los restaurantes más afamados últimamente de la ciudad, el Casa Paloma, que aún no hemos probado.
 De inicio debo decir que no me van demasiado los locales como este, con cristaleras enormes que dan a la calle, y menos si no hay vistas lo que aún tendría una excusa, ya que me da la impresión de estar en una pecera o en el zoo para que los transeúntes nos miren al pasar, pero debe ser que no estoy acostumbrado a los sitios de "ver y dejarse ver" que parece que están de moda entre cierto público. Por lo menos no estábamos en "primera línea de fuego" y entre la calle y nosotros teníamos otra mesa con cuatro tipos trajeados con pinta de acaudalados hombres de negocios (o no, no hagáis caso, son películas que se monta uno) que nos hacían desinteresada e inopinadamente de barrera defensiva, por lo que al menos puedo afirmar que no nos sentimos incómodos en ningún momento.
 La mesa para dos en la que nos ubicaron era de buen tamaño, no de esas en las que cada vez que traen algo a la mesa hay que jugar al tetris con el resto de platos, copas y demás objetos que ya corren por ahí para que quepa todo. Como se puede apreciar la mesa estaba vestida a medias con un camino de mesa de buena tela, aunque yo creía que eso de los caminos estaba en franco retroceso ante estilos radicalizados como los manteles hasta el suelo o las mesas completamente desnudas, pero será que viajo poco.

 Tras unas leves dudas iniciales con la carta, que no es que sea muy extensa pero la existencia de la posibilidad de tomar medias raciones en algunos de los platos incrementaba bastante las posibles elecciones, hicimos nuestro pedido y nos dispusimos a disfrutar.
 Nos sirvieron unos panecillos pequeños y con las puntas muy finas de esos que hacen las delicias de los que les gustan los corruscos y acto seguido hizo aparición el aperitivo: una copita con una mousse de patata con aceite de cebollino que no estuvo mal.

 Luego llegaron las sardinas ahumadas sobre berenjena a la brasa con salsa teriyaki y alga nori, que como se puede ver olvidé fotografiar en su formato inicial y sólo me acordé cuando ya las habíamos repartido, con el evidente perjuicio sobre su aspecto. Nos gustó mucho pero es que a mí la berenjena me gusta hecha casi de cualquier manera y las sardinas ahumadas siempre triunfan con nosotros.

 Seguimos con el pulpo a la brasa, panceta ibérica, parmentier y aceite de pimentón ahumado, donde unas tiernas y jugosas lonchas de pulpo reposaban sobre una densa y untuosa crema de patata enriquecida por el aceite de pimentón en una notable revisitación del clásico pulpo con cachelos, y en la que si tuviera que ponerle una pega, ésta sería que era más protagonista la patata que el pulpo y personalmente lo hubiera preferido al revés. Buen plato de todas maneras.

  A esas alturas nos ofrecieron, y aceptamos la sugerencia, cambiar al pan de coca con tomate, muy bueno.

 El tercer entrante que pedimos fueron estos langostinos en tempura de panko que nos llegaron presentados pinchados en brochetas supongo que para poder mojarlos más cómodamente en la crema de parmesano, en un plato prácticamente idéntico a uno que tomamos el año pasado en el Llamber del Borne, y que, cosas que tiene la memoria, recuerdo con más cariño pese, o justamente gracias, al tiempo transcurrido. Decir que tomé la fotografía cuando ya nos habíamos zampado un par de langostinos, o sea que la ración es de ocho piezas. Sin estar mal fue lo más flojo de la cena.

 El primero de los platos principales que nos sirvieron fue esta media ración de morro de bacalao a la brasa con guisantes, butifarra negra y menta, de un tamaño más que interesante para ser media ración, con una buena pieza de pescado y un estupendo guiso de guisantes y butifarra negra con un caldillo ligero pero muy sabroso, casi adictivo, y que apuramos con las cucharas primero y con el pan después, hasta no dejar ni rastro de él. Un platazo lleno de buen producto en el que estando todo muy bueno no os sabría decir que nos gustó más.

 El otro plato fuerte fue otra media ración, esta vez de sashimi tibio de vieiras, servido sobre unas setas creo que salteadas, con salsa teriyaki e hilo de chile. Soy un incondicional de la vieira cruda desde la primera vez que probé su sashimi en algún japonés que no recuerdo y éste estaba realmente rico al combinarlo con las setas, otro de mis ingredientes predilectos, y ni quiero ni me puedo olvidar del acertado punto picante, muy ligero y nada invasivo, que aportaba el hilo de chile, además de servir como contraste con las texturas más blandas de las vieiras y las setas. Otro plato que nos gustó mucho.


 Al ojear la carta al principio ya nos habíamos fijado en la presencia en el apartado de postres de un plato de quesos y esa fue nuestra elección. En una ya sempiterna pizarra nos sirvieron cinco variedades de quesos catalanes afinados: Tou dels Til·lers (el de aspecto pastoso de la derecha) y cuatro más que ahora mismo no recuerdo (algún día me acordaré de llevarme papel y lápiz para apuntar estas cosas) con tostaditas y un poco de mermelada de tomate verde para servir de contrapunto, algo más que necesario sobre todo con el de la izquierda, de sabor potente como el de pocos. Claro que como los dos somos muy queseros  nos suelen gustar todos y disfrutamos con ellos como enanos.

 Para acabar pedimos nuestros acostumbrados cafés con hielo, esta vez descafeinados puesto que era tarde y al día siguiente teníamos que trabajar, y nos trajeron una trufa a cada uno como petit four, que la verdad es que no hace falta más para acompañar a un café.

 Como acostumbramos a hacer últimamente y dado nuestro limitado interés por los vinos nos interesamos por su oferta de vinos a copas y nos dieron a elegir entre blanco, rosado y tinto, sin más información, que no es que nosotros la necesitáramos pero me pareció extraño visto el nivel del restaurante, y que puede hasta molestar a cierto tipo de cliente. Empezamos por un par de copas de vino blanco, creo que del Empordà, y luego yo pedí una de rosado (que no sé de donde era), que junto a una botella de agua fue lo que bebimos durante la cena. Volveré aquí a lamentar que se cobre (¡y cómo!) el pan aunque ya sé que es como predicar en el desierto pero a ver si de repetirlo algo queda y conseguimos volver a tiempos pasados, que en este aspecto si fueron mejores. Al final fueron algo más de 53 euros por cabeza por una muy buena cena en la que se paga la ubicación y el ambiente además de la evidente calidad tanto de los productos como de las elaboraciones.
 Además del "momentazo" (pronunciar con entonación Boris) con el tema del vino nuestra interacción con la chica que hacía de maître no fue nada fluida y hasta tuvo un punto de brusquedad, que sin llegar a ser censurable si resultó algo incómoda, no sé si por culpa nuestra que no entendimos su distancia con nosotros o era algo sólo achacable a ella. El camarero que nos atendió también se comportó de manera profesional y seria pero no fue tan frío, aunque tal vez sea que su público habitual prefiere ese tipo de actitud, caso que no es el nuestro, ya que somos bastante más sencillos y campechanos (y no queráis ver aquí un homenaje al reciente "abdicador").

 Además de la carta que reproduzco debajo, hay dos menús a 35 y 45 euros que incluyen un tártar como plato principal (parece que son la especialidad de la casa) y que no se pueden modificar lo más mínimo.

Mil921
http://mil921.com/
(web con muy poca información y un vídeo promocional)
C/ Casanova, 211
08021 Barcelona
93 414 34 94 (recomendable reservar)
Lunes-Sábado 13:30-16:00 y 21:00-24:00

2 comentarios:

  1. En aquest lloc sempre he menjat bé a la carta i al menú de migdia. Fins fa pocs mesos em coincidia de zona pels migdies, però ara em cau més lluny.

    El servei sempre l'he trobat correcte, però cada persona és un món i jo sempre busco la mínima interacció (que no dic que sigui bo ni dolent, sinó que cada un és com és) i en aquest aspecte m'ha anat bé.

    Em serà complicat anar a dinar, però a sopar segur que hi torno.

    Salutacions,

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  2. Primer de tot, gràcies per llegir i per comentar al meu blog.
    Fa molt de temps que segueixo el teu blog i ja conec les teves "peculiaritats" amb el tema del servei i si bé no les comparteixo al 100% tampoc seria per anarme a l'altre extrem del compadreo que també em fa molta rábia. El que pasa es que pel nostre molt limitat presupost som més d'anar al Bar Manolo que a llocs macos i cars (encara que majoritariament son aquests darrers els que tinc publicats al blog), i per aixó estem molt més acostumats a serveis diguemne familiars i quan hem anat a restaurants de categoria ens ha grinyolat una mica la distáncia que acostumen a posar i que personalment rebo com un tracte fred. Com ja dic el cambrer que ens va atendre va ser molt seriòs i profesional, suposo que ja es lo que s'espera en llocs com aquest, pero la nostra relació amb la maitre gairebé va arribar a ser tensa, sense que fos maleducada en cap moment, aixó tampoc.

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